-Cesáreo Silvestre Peguero
cuando la meta ilumina aun en noche fría.
No es voz prestada, sino impulso interior,
que Dios siembra firme con eterno fervor.
Quien sigue su norte con paso sincero,
camina hacia la luz, humilde y entero.
En medio del viaje, la amistad verdadera
brota como un don que el alma venerara.
No exige honores ni busca atención,
solo acompaña con limpia intención.
El amigo leal, constante y profundo,
es faro discreto en cualquier rumbo.
El ayer no es sombra, es sabio artesano,
que talla la vida con firmeza de hermano.
Las huellas marcadas por lucha y dolor
curten el temple y afinan el valor.
Quien mira su historia con paz y razón,
avanza seguro con firme convicción.
La naturaleza habla con voz verdadera:
el mar que murmura, la brisa ligera.
En cada segundo del tiempo que pasa
Dios deja enseñanza, ternura y gracia.
Amar cada instante es saber comprender
que el reloj no vuelve a retroceder.
Aun si la noche se torna sombría,
la esperanza despierta con luz cada día.
La fe es la antorcha que nunca se apaga,
que rompe el temor y sostiene la carga.
Quien confía en Dios con humilde ardor
encuentra camino, reposo y valor.
Soy hijo del Seibo, donde nací primero,
y de San Pedro, que me crió sincero.
Del Seibo guardo el origen que honra mi ser;
de San Pedro, la escuela que aprendí a querer.
Entre cuna y crianza se forjó mi voz,
dos tierras unidas por la gracia de Dios.
Mi sueño más puro no es vano ni breve:
es ver que mi ejemplo perdura y se mueve.
Mas, sobre todo, en mi alma se enciende
la luz de mi hijo que siempre me entiende.
Si algún día trasciendo y mi nombre se expande,
será por Raydel Silvestre Rambalde.
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