viernes, 5 de diciembre de 2025

Cuidado con las bajas pasiones

Por Cesáreo Silvestre Peguero

La pasión es inevitable en la vida humana, pero cuando se desborda se convierte en un velo que distorsiona la realidad.
Esto se hace más evidente cuando se reconoce el mérito de una figura pública con inclinaciones políticas. Allí, donde debería haber criterio y equilibrio, aparecen las bajas pasiones que ciegan y deforman.

Ocurre con frecuencia: se destaca el aporte de un dirigente por su labor comunitaria, profesional o humana; sin embargo, algunos adversarios no toleran que se reconozca lo bueno si proviene “del otro lado”. Entonces desmeritan el texto, atacan al autor, retuercen la intención. No es análisis: es pasión desordenada. No es crítica sana: es impulso visceral.

La política ha generado un clima donde muchos no quieren ver la verdad si no favorece a su bando. Y ese comportamiento revela un problema mayor: hay corazones gobernados por el fanatismo, no por la razón ni por la justicia. Cuando un aplauso merecido molesta, el problema no está en el homenajeado… está en el que no puede reconocer el bien sin sentirse amenazado.

Por eso hay que advertirlo: la baja pasión no sólo desacredita; también degrada a quien la practica. Cuando alguien se niega a reconocer un valor por simple antagonismo político, se queda pequeño ante la verdad. El mérito no tiene color partidario. El servicio, la dedicación y la integridad merecen respeto, vengan de quien vengan.

La sociedad necesita recuperar una virtud básica: la capacidad de valorar lo correcto aunque provenga del contrario. Sólo así podremos elevar la conversación pública y construir un país donde la justicia no dependa del bando, sino de la verdad misma.

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